Derribar= Construir

No puedo contar ya el número de veces que tuve que reiniciar mi vida en algún punto crítico. En eso que parece el ciclo eterno de los inicios y finales, en muchas ocasiones ni los unos (inicios) ni los otros (finales) resultan placenteros. Por ejemplo, personalmente me revuelve el estómago (literalmente) pensar en cosas que parecen tan sencillas como las mudanzas. Si bien en un escenario optimista uno pensaría «qué bueno, una nueva casa, un nuevo…etc.», la realidad es otra, al menos desde mi experiencia. Siento literalmente un dolor de estómago paralizante cuando pienso en el paso a paso de esa «gigante tarea». Me pregunto ¿Oh mi Dios, por dónde empiezo? ¿La cocina? ¿La sala? ¿Los sagrados libros que jamás quiero siquiera mover de sitio? Luego ese odioso check list: cajas, cinta, papel y herramientas que como buena chica jamás tengo a la mano. Ya me puedo imaginar luchando para traer las cajas de vuelta a casa.

Y bum! En un abrir y cerrar de ojos la cosa está hecha un caos. Continúo somatizando. Doy tres vueltas y a la cama. Debajo de las cobijas pretendo que no hay tal desorden, que todo está en su sitio. Luego me armo de valor y voy otra vez, como dicen los españoles, ¡a por ello! Me pongo como meta la sala, como para atacar «los grandes». Entonces empiezo a detenerme en los cuadros, las fotografías, los momentos. Por ahí se cuela un viejo recuerdo de ese novio que hace años no ves, tal vez una de esas cartas de amor loco que hoy dan risa, pero que no dejan de hacer mella cuando la juntas a más y más recuerdos dentro de esa ola de chécheres que se van amontonando en la lista de espera del empaque. Vuelvo a somatizar, la vaina está difícil. Me recuesto nuevamente, enciendo la tele y me entrego a la distracción.

Bueno, sin más excusas hay que continuar. Abro la puerta y la postergación se ríe de mí en vista que ahí sigue el caos tal cual lo dejé (el caos en quietud, qué paradoja). ¿Y si ataco los libros? Sí, los ataco sentándome a revisar capítulos viejos, dedicatorias, diarios… ¿y por qué fue que guardé este? No importa, para la caja porque los amo y es seguro que los volveré a necesitar. Y me regreso a la cama porque me acabo de dar cuenta que hay uno que nunca terminé de leer y que mejor oportunidad que esta. De vuelta a la postergación de lo inevitable. En estas llega la noche y me voy a la cama con una oración en la que pido que venga el ángel de los trasteos, como el duende en el cuento del zapatero, y me tenga todo listo en la mañana (Soy una mujer de oraciones muy sinceras).

Oh sorpresa, no vino. Los ángeles están en cosas de mayor envergadura que mi dolor de estómago. Así que retomo, de lado a lado picando aquí y allá y preguntándome ¿En qué momento me llené de tantas tonterías? Es ahí donde desearía, ya no que viniera el ángel de los trasteos, sino el camión de la basura a llevarse todo, empezando por las cartas de mi ex. Cosa loca esto de comenzar de nuevo. Recuerdo (no hace muchos años) cuando empezar era sinónimo de cambio, de lo nuevo, de emoción. Ya no tanto. Con el tiempo la «estabilidad» se vuelve un anhelo amparado en el cansancio de ir y venir, de más a menos, de menos a más. ¿Alguien que se identifique? ¿A quién no le gusta la zona de confort? Esa zona segura donde de alguna forma nos sentimos en control de las pequeñas (grandes) cosas que conforman nuestro mundo. En el caso de una vida especialmente «turbulenta» como la mía, sí que se acentúa esa necesidad de tiempos prolongados sin altibajos.

A dos días tener que entregar mi apartamento me asalta la realidad: no he hecho un rábano. Es ahí donde Dios se apiada y me envía al ángel de los trasteos (buenas noticias, Dios tiene ángeles para todo). Esa persona que llega justo cuando la desesperación llega su punto máximo y el dolor pasa del estómago a la cabeza. Ella, amiga incondicional, se apersona con un ¡tranquila, esto no es nada! ¿En serio? Por fin una buena noticia.

Ad portas de terminar, viendo lo que queda de mi último atesorado refugio, me asalta un pasaje bíblico que me obliga a un aterrizaje forzoso desde mi nube de angustia e incertidumbre. Decía: «Y así como tuve cuidado de ellos para arrancar y derribar, y trastornar y perder y afligir, tendré cuidado de ellos para edificar y plantar, dice Jehová (Jeremías 31:28 -Reina Valera). Entonces recordé que la experiencia me indica que a Dios no le gustan las zonas de confort. Recordé también que vivimos entonces en un inevitable «arrancar, derribar, trastornar, perder y afligir (nos)», y que cuando terminamos con alguna de estas cinco tareas, nos movemos en la dirección de SEMBRAR y CONSTRUIR (NVI), rumbo a tiempos mejores… hasta «la próxima mudanza», y aunque nos duela el estómago.

 

 

 

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