El «Bully» Espiritual

Hay días de días. Días buenos, días malos. Como dirían los franceses “ces’t la vie”, esa es la vida. ¿Quién no entendería eso? A todos nos pasa que un día nos levantamos y literalmente, no queremos nada de nada. Aún a quienes tenemos el soporte y la esperanza que Dios representa en nuestras vidas (aunque algunos lo llamen falta de fe, yo lo llamo, humanidad). Es casi inevitable (e incluso saludable, pero hablaré de eso en otra entrada) sentirse un poco abatido de cuando en cuando. Hasta ahí, ¡todo bien! Pero qué pasa cuando nos encontramos con personas, o peor, nos convertimos en personas, que andan por la vida con un eterno lamento? Ese tipo de personas que cuando se levantan van de lado a lado como león enjaulado en su propia mente, rugiendo ante la pena de estar vivos. ¿Suena exagerado? No creo. Seguro todos los que lean esto les vendrá a la cabeza alguien con estas características. Suelen tener cara de miseria y dolor, y casi NUNCA tienen una respuesta positiva ante ninguna pregunta. ¿Cómo estás? “pues ahí”. ¿Cómo siguen las cosas? “Bien para no preocuparte”. ¿Cómo va el trabajo? “Igual, como siempre”. ¡Felicitaciones por xxx! “Ah, gracias”. ¿Qué lindo día, verdad? “Hmmm, pero lleva sombrilla porque va a llover”. Y así sucesivamente.

Todo esto estaría bien, de no ser por un pequeño detalle. Estas personas, casi siempre intencionalmente, por una necesidad permanente de encontrar cohabitantes de su desolado universo, terminan contaminando a los demás. Andan por ahí sin dárseles nada dejando su estela de amargura, de rabia, de tristeza, de depresión a otros. Ah, porque no me refiero tan sólo a los irremediablemente miserables y tristes. Los hay también irremediablemente enojados con el mundo, y esos sí que son de temer. Odian porque sí, odian porque no. Los hay que parecen amigables pero siempre traen el bate escondido en la espalda, para paliar a algún feliz incauto en cualquier momento. Los del grupo que vive a la defensiva (el mundo contra mí), los infelices por decreto, etc.

A estas personas yo les he denominado el o la “bully» o «agresor espiritual”. Esas personas que desean extraer de tu alma todo el inventario de esperanza, alegría y positivismo que pueda haber. Yo fui una de ellas y debo decir, dejé exhausto a más de uno, y a mí misma! Algunos de ellos tan valientes que no me volvieron a hablar. El “bully espiritual” no tiene intenciones de cambiar porque de una u otra forma se ha acomodado poco a poco en su sofá de auto-conmiseración, acompañado de ese “poco yo” que ya no le hace mella alguna y que lo inhabilita para cualquier cambio de actitud, para la toma de decisiones transformadoras.

Uno de los legados (con ejemplo) y mandatos de Jesús es el amor (Juan 15: 12,17). Hay que ver las maravillas que surgen cuando se aplica esta premisa y personalmente me esfuerzo por hacerlo tanto como puedo, sólo porque me hace feliz. Es en este camino que he conocido personas maravillosas con problemas difíciles y angustias que ameritan toda la solidaridad, el apoyo y la comprensión. Estas personas están en mi lista de quehaceres de oración y de mutua edificación, y espero tu tengas una lista parecida, de lo contrario te animo a hacerlo (Gálatas 6:2). Pero, cuando pasado el tiempo y pareciera que nada, absolutamente nada ha variado en la vida de estas personas, que cada vez que hablas con ellas sientes como si te hubieran “absorbido” la paz o dado una paliza,  es importante detenerse un momento a pensar ¿Estoy frente a un bully espiritual? ¿Me deja cansado el simple hecho de hablar con esta persona? ¿Importa que tanto haga por él o ella?, y la más importante: ¿En verdad esta persona quiere ser ayudada por Dios? Si contestó sí a la primera, y no a las dos siguientes: Huya, está ante un bully espiritual! (Proverbios 22: 24-25) Sólo le queda orar y de ser necesario, comentarlo con alguien tenga la autoridad moral y/o espiritual (familia, autoridad religiosa, etc.) para ofrecerle otro tipo de ayuda.

¿Ya identificaste a tu(s) “bully espiritual”? ¿Te has convertido en uno? Si es así, es hora de un cambio. No permitas que nadie te robe la luz que habita en ti, y que tiene como misión alumbrar tu vida y la de otros (Mateo 5:14-16). Si dejas que te la robe ¿Qué será de ti? Andarás a oscuras y ¿A quién alumbrarás? Así que hoy decido decir ¡good luck! (buena suerte) al “bully espiritual”. !Oraré por ti!

Deja un comentario